Shakespeare. Llegados a este punto, nos encontramos en una situación bastante diferente a la que hemos experimentado hasta ahora y , también, bastante diferente de lo que pasará después. En efecto, todos tenemos imágenes shakespereanas. No se conservan en nuestra memoria habitualmente las hipotéticas de Chaucer ni las de Marlowe, las de Spenser... , pero todo el mundo algo sabe de Shakespeare, de sus personajes, de sus obras, de frases que son memes (Por cierto, véase esto al respecto).
Así, en cierto sentido no somos inocentes al respecto, pero esta falta de inocencia no es conocimiento. Nuestras ideas sobre Shakespeare, esas imágenes de las que hablamos, pueden ser erróneas, desajustadas, o superficiales y estériles.
Cuando William Shakespeare nació, Isabel I llevaba cuatro años y medio en el trono. Cuando murió la reina en 1603, le quedaban al dramaturgo trece años de vida. Su actividad teatral en Londres comenzaría más o menos en 1590. Su retiro fue quizá progresivo y no tajante, pero murió donde había nacido, en Stratford-upon-Avon. Hay que decir que las noticias sobre su vida son un tanto borrosas, como corresponde quizá a un actor, dramaturgo y empresario de la época, pero también es cierto que cualquier ambigüedad en las certezas se ha explotado hasta el infinito, no siempre en un afán de conseguir una erudición más destilada.
Por otro lado, podemos estar seguros también de que esta suerte que ha correspondido a la figura de Shakespeare lleva a su multiplicación. Si un escritor es clásico cuando siempre es contemporáneo de cualquiera de sus lectores, y suponiendo -en fin- que estos no son pocos, habrá muchos shakespeares, será uno que se reescribe según dictados que el Bardo no pudo prever.
Repasemos una lista de obras clásicas sobre él tal como se compilan en una página de internet. O investiguemos el conjunto de un sitio web por curiosidad.

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